Esta mañana me he vestido de vulgar humana para no ser reconocida y me he ido a dar una vuelta por un hospital del norte de la península ibérica, que quería visitar a una paciente allí ingresada y tal. En estas que entró en un ascensor y que el ascensor baja al sótano sin parar en la planta baja -que es adonde yo iba- y entra un tipo de esos con alzacuellos que se hacen llamar «sacerdotes» aunque todo el mundo les conoce simplemente como «curas». Como sabeís esos individuos me resultan especialmente despreciables y antipáticos, por lo que no estaba yo dispuesta a dedicarle ni un segundo de mi tiempo, que además llevaba, encima de su estúpido uniforme de cuervo al servicio de los casposos del vaticano, una bata blanca, que seguro que ser médico es su vocación frustrada.
Bien cuando entra yo le miro de arriba a abajo con celestial desprecio y pronuncio un escueto y casi inaudible «hola» -mas bien algo asi como «oa»-. El hombre intenta el contacto visual conmigo del que yo me escabullo con absoluta dignidad y arrogancia. Sin cejar en el intento me dice de repente: «TE he bajado no?». ¡Cacho impertinente!, he pensado, ¡si supiera este tipejo que soy el mismisimo dios! Pero no he hecho uso de mis poderes. Me he quedado callada, seria, distante. ¿a que venía ese impertinente tuteo? Yo estaba además segura de no haberme acostado con el hombre ese ni siquiera en alguna de mis noches de borrachera, rock y drogas de juventud. ¿Quien se ha pensado este individuo que soy yo para tutearme con paternal condescendencia? ¿Que es eso de hablarme con esa falsa familiaredad? ¿Me habrá confundido con uno de sus «ovejas» supersticiosas de las que él se cree «pastor»? ¿le habla así a su obispo este tipejo? ¿o sólo resserva el tuteo para los que cree seres «mediocres» que podrían caer en sus redes? ¿Me hubiera tuteado de llevar yo aspecto de hombre importante?
Menos mal que dos pisos se suben enseguida, porque no ha cejado en su intento de contactar visualmente conmigo hasta que por fin he salido por la puerta del ascensor zumbando y sin decir adios. Es que soy alérgica a los alzacuellos, las togas y el incienso. Si paso más de cinco minutos cerca de un cura o monja se me llena la espalda de granos.
No se para que le doy tantas vueltas. Debería haberle fulminado in situ y no lo hice. Ahora a esperar a que suba por aquí y darle un escarmiento. Lo malo es que como en ningún momento le he mirado a la cara no voy a poder reconocerlo. Aunque que más da, castigo a todos los que suban por aqui que lleven alzacuellos y asi os vengo a todos de la existencia de semejantes dementes.
¿de acuerdo?